¿Puede pensarse el sueño como un
artificio para nuestra práctica? Tanto desde la perspectiva freudiana, que piensa el sueño
como guardián del “deseo de dormir”, donde se suspende lo imposible, como desde
la perspectiva lacaniana, donde se trata del “deseo de despertar” que es lo imposible, “el sueño es una narración
dirigida al analista, una combinación entre lo que se dice y lo que se escucha”[1], en
donde predomina la imagen, lo visual. Consideración que lo diferencia de otras
formaciones del inconsciente, y permite pensarlo como vía regia al
inconsciente, incluso, una vía para acceder a lo que llamamos, inconsciente
real ¿Qué estatuto dar a esta imagen?
Sabemos con Freud, que el sueño es una re-configuración
sobre la materialidad del lenguaje que produce una nueva formación de expresión,
representada en imágenes. Una escritura de imágenes o como él dice, una
escritura jeroglífica/rebus, que no tiene que ver con el carácter pictográfico.
Cada imagen vale en relación a otra, es decir, se definen por su relación. Esto
permite decir que la imagen es aquí pensada en términos significantes. El sueño
adquiere el estatuto de Sujeto supuesto saber, un texto para ser descifrado.
Sin embargo, hay un punto tope frente
al desciframiento del inconsciente que Freud llama el ombligo del sueño, donde
lo simbólico no alcanza. Lacan propone ir más “lejos que el inconsciente”.[2]
A partir de
este momento, con la última enseñanza de Lacan, lo imaginario toma un lugar
relevante para pensar el inconsciente, ya no sólo en términos significantes
(estructurado como un lenguaje) sino en términos de imagen. En esta línea,
desplaza la unidad constitutiva del inconsciente a algo del orden de la imagen. La imagen parece en efecto, como tal, una
unidad válida, lo que significa que aparece como un real.[3]
Esta unidad mínima del
inconsciente, es llamada por Lacan Un-bévue[4],
homófona de inconsciente en alemán, que da paso a la noción de inconsciente
real. Todos los fenómenos del inconsciente no serían más que elucubraciones
sobre esa microunidad[5].
Desde esta
perspectiva, es posible, dice Lacan, imaginar lo real e ir más allá de la representación
para pensar el uso del sueño. Lo imaginario constituye un recurso, un artificio
para enfrentar lo real, para tener una idea del silencio de lo real. La imagen no es lo real, pero
si puede pensarse como su antecámara.
Para no perderse en la eternidad del
desciframiento, es necesario introducir este registro de lo imaginario, que
supone la dimensión temporal, el instante de ver.
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