lunes, 4 de noviembre de 2019

La imagen en el sueño. Entre supuesto saber y L’Une-bévue. Clara María Holguín*

¿Puede pensarse el sueño como un artificio para nuestra práctica? Tanto desde la perspectiva freudiana, que piensa el sueño como guardián del “deseo de dormir”, donde se suspende lo imposible, como desde la perspectiva lacaniana, donde se trata del “deseo de despertar” que es lo imposible, “el sueño es una narración dirigida al analista, una combinación entre lo que se dice y lo que se escucha”[1], en donde predomina la imagen, lo visual. Consideración que lo diferencia de otras formaciones del inconsciente, y permite pensarlo como vía regia al inconsciente, incluso, una vía para acceder a lo que llamamos, inconsciente real ¿Qué estatuto dar a esta imagen?

Sabemos con Freud, que el sueño es una re-configuración sobre la materialidad del lenguaje que produce una nueva formación de expresión, representada en imágenes. Una escritura de imágenes o como él dice, una escritura jeroglífica/rebus, que no tiene que ver con el carácter pictográfico. Cada imagen vale en relación a otra, es decir, se definen por su relación. Esto permite decir que la imagen es aquí pensada en términos significantes. El sueño adquiere el estatuto de Sujeto supuesto saber, un texto para ser descifrado.

Sin embargo, hay un punto tope frente al desciframiento del inconsciente que Freud llama el ombligo del sueño, donde lo simbólico no alcanza. Lacan propone ir más “lejos que el inconsciente”.[2]

A partir de este momento, con la última enseñanza de Lacan, lo imaginario toma un lugar relevante para pensar el inconsciente, ya no sólo en términos significantes (estructurado como un lenguaje) sino en términos de imagen. En esta línea, desplaza la unidad constitutiva del inconsciente a algo del orden de la imagen. La imagen parece en efecto, como tal, una unidad válida, lo que significa que aparece como un real.[3] Esta unidad mínima del inconsciente, es llamada por Lacan Un-bévue[4], homófona de inconsciente en alemán, que da paso a la noción de inconsciente real. Todos los fenómenos del inconsciente no serían más que elucubraciones sobre esa microunidad[5].

Desde esta perspectiva, es posible, dice Lacan, imaginar lo real e ir más allá de la representación para pensar el uso del sueño. Lo imaginario constituye un recurso, un artificio para enfrentar lo real, para tener una idea del silencio de lo real. La imagen no es lo real, pero si puede pensarse como su antecámara.

Para no perderse en la eternidad del desciframiento, es necesario introducir este registro de lo imaginario, que supone la dimensión temporal, el instante de ver.


*Miembro de la NEL-Bogotá

[2] Miller, J-A. Ultimísimo Lacan. Editorial Paidós. Buenos Aires, 2013. p254
[3] Ibíd. P. 258
[4] Ibíd. P. 251
[5] Ibíd. P. 254

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