domingo, 10 de noviembre de 2019

Vals con Bashir como levantamiento del velo frente a lo real. Miguel Gutiérrez-Peláez*


En la película Vals con Bashir[1], Ari Folman nos presenta su recorrido personal desde el olvido hasta el encuentro con el recuerdo traumático que es la raíz de ese olvido. Es una película con una bellísima propuesta visual en dibujos animados. Inicia con un sueño: 26 perros corriendo por una calle hasta detenerse en el umbral de la ventana del soñante. El soñante sabe bien a qué corresponde: fueron 26 perros los que mató durante su participación en la guerra del Líbano como miembro del ejército de Israel.  El relato del sueño confronta al director. “¿Qué recuerdas de tu participación en la guerra?” Nada, realmente. Aparece un recuerdo encubridor: en él está bañándose una madrugada en el mar, desnudo, junto con otros de los compañeros de su patrulla. Al fondo pueden ver los edificios y, sobre ellos, bengalas que se iluminan. Aún no sabe el horror que el recuerdo encubre.

En su interés por saber qué pasó durante la guerra, pero, sobre todo, por saber por qué él no recuerda, Folman interroga una serie de compañeros suyos de esa época. Uno le cuenta del ataque que sufre en un tanque de guerra. El primer oficial al mando cae fulminado de un disparo. Él sigue en la cadena de mando. Los atacan intensamente con armamento pesado. Él y sus compañeros no tienen más opción que salir corriendo. Se dirigen al mar mientras les disparan. Todos, menos él, mueren. Oculto detrás de una roca, evoca una escena infantil: él es un niño y está ayudando a su mamá en la cocina. Él era el que le ayudaba a la madre. Esta vez no ha ayudado lo suficiente a sus compañeros y han muerto. Cae la noche y se sumerge en lo profunda del mar y finalmente llega a la orilla, preso más de la culpa que de la alegría de estar vivo.

Conocemos luego la historia de un joven que encuentra una manera de sortear los horrores de la guerra imaginando que todo lo ve a través de una cámara fotográfica. Esa cámara imaginaria es el mejor recurso de su fantasma. Pero eso no lo salvó del encuentro contingente con lo traumático. En un campo observa unos caballos caídos: algunos muertos, despedazados, algunos gimiendo con lesiones graves. La agonía del animal lo confronta de una manera que no lo hizo el sufrimiento humano, y su pantalla se rompe. Queda expuesto directamente a lo real de la devastación y la muerte. Su cámara imaginaria no lo había preparado para ese encuentro con lo real.

Folman sigue recordando su paso por la guerra. Los días vividos, las distintas experiencias, su participación en cada escenario. Hay que reconocer el coraje del director, la valentía requerida para adentrarse en el hoyo del trauma e ir en contravía de las resistencias radiales alrededor del trauma. Se requiere querer saber para poder atravesar el encuentro con lo real del trauma. Vuelve al recuerdo encubridor de la playa. Las bengalas en el cielo, que aparecían inicialmente como un elemento accesorio, pasarán a ser lo que ilumina el núcleo traumático. La escena se sitúa en la madrugada después de lo que se conoció como la masacre de Sabra y Shatila. Luego del asesinato Bashir en Líbano, los falangistas cristianos asesinan a cientos de refugiados palestinos y chiitas libaneses. Folman sabe que no participó en la masacre, pero cuestiona su papel. Él, como otros, se encargaron de lanzar bengalas sobre el campo de refugiados. ¿Permitieron que los cristianos perpetuaran la masacre? ¡El horror! La bengala es el enlace entre el recuerdo encubridor y el hueso del trauma. La historia de la masacre, según se lo señala su amigo, lo liga con una masacre anterior: sus padres son sobrevivientes de Auschwitz.  ¿Está ahora Folman en el lugar del agresor?

Ahora el velo del recuerdo se levanta, no solo para el director, sino para nosotros los espectadores, que hemos estado en el lugar de Folman en su recorrido del olvido al recuerdo. La película que hasta entonces había transcurrido en dibujos animados, abruptamente pasa a mostrarnos imágenes reales de la mañana posterior a la masacre, acompañadas por los gritos angustiados de una mujer y por un silencio doloroso. Ese es nuestro momento de despertar.

*Miembro NEL Bogotá


[1] Folman, Ari. Vals con Bashir. Israel: Sony Pictures Classics, 2008.

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