Hay los sueños memorables, los destinados al mar del olvido, los que no llegan a ver la luz del decir, los de efímera existencia, los que se repiten una y otra vez, los resolutorios, los cómicos, los de amor, los de venganza, los de horror, los que conmueven el cuerpo, y más. Pero con independencia de su figuración, el sueño cumple una función en el acontecer psíquico. Como lo indica Lacan en su seminario El deseo y su interpretación, para Freud el sueño es el guardián del deseo de dormir; pero también, una vez dadas las condiciones, provee la escena en que la realización del deseo es posible, y está al alcance de la mano.
En este sentido el sueño, como el fantasma, es soporte del deseo. En el dormir podemos observar que el sueño toma la posta del fantasma, se nutre de sus elementos y le entrega los honores al despertar en la vigilia. De esta manera, Freud hace valer la presencia de los restos diurnos, como materia prima para la formación del sueño. En esa creación está ya la interpretación que hace el inconsciente a partir de los restos, añadamos, fantasmáticos. Al respecto, un analizante me hace saber que encuentra en un sueño la autentificación de la elección que dicta su fantasma, revelación que da lugar a un acting out. Pero, como en el brevísimo cuento de Monterroso “cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”.
Podemos decir que, dadas las condiciones de creación del sueño, encontramos una mayor libertad entre las formas de combinación e intercambio entre significantes que produce un goce suficiente: se condensan, se desplazan, bailan alrededor del objeto; pero, de tanto en tanto, atraviesan el límite de la figuración y lo rozan, se acercan demasiado a él…: pesadilla, angustia, despertar violento.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario