Las imágenes de los sueños resultan, a veces, de estas operaciones.
Despierto, el percipiens puede aproximar su ojo a un agujero de cerradura y dejar el perceptum ocupar todo el campo de visión, así como puede provisto de la lupa de su abuelo acercarse curiosamente a minúsculos seres animados o dejarse inundar por la luna cuando se encuentra con un telescopio a disposición.
¿Como vemos las imágenes de los sueños? Sabemos que son invenciones, que se recogen restos del basural del día y que otros condimentos extraños e indescifrables se suman para darle carne a las imágenes. En sueños de trata de un ojo que toca, que huele, un ojo cinestésico, un ojo que ve “la carne que jamás se ve” (1). Algunos parlêtres espantados reclaman sus invenciones oníricas, otros fascinados vuelven una y otra vez a hablar de ellas. Los hay que enmudecen frente al horror encontrado.
Resultó memorable el relato de un joven flautista. Capturado por una duda que lo dividía en una variante exquisitamente moderna del ‘mujer rica/mujer pobre’, sueña estar en el museo local frente a dos fotografías de sus objetos de amor. El relata estar petrificado como la Madeleine de Hitchcock en Vértigo, dice, frente al retrato de la Madelaine ‘original’. Se ve en una foto mirando dos fotos. Un pez pasa nadando onduladamente “¿O es que era una sirena?”. Le sorprende el movimiento. “La foto se hizo cine”, dice.
Algo así como querer comer frutillas y soñarse abriendo la heladera. La consecuencia psíquica de la diferencia soñada estasis (2) /movimiento fue no sin efectos.
Es inquietante que el desenlace del fetiche en la Gradiva, de Jensen, se deposite en la impertinencia de las moscas.
*AME AMP/Escola Brasileira de Psicanálise
(1) LACAN, Jacques, El Seminario, Libro 2, “El Yo en la Teoría de Freud y en la Técnica Psicoanalítica”, Op. Cit., p. 235.
(2) LACAN, Jacques, [1946] “Acerca de la causalidad psíquica”, Escritos 1, Buenos Aires, Siglo Veintiuno, 2014, p. 170. La imagen “[...] es una estasis del ser”.
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